jueves, 15 de diciembre de 2011

Nubes

Una nana de césped nos acuna a todos esta noche, se cuela en el tejido de nuestra piel y nos envuelve en un ensueño que pretende llevarnos. Y sin embargo nadie duerme, lo sé. Incluso de espaldas a mi hermano puedo sentir sus intentos de conjuro bandido, puedo ver el color de sus susurros, esos que piden al cielo un instrumento para dormir sirenas. Incluso lejos de Bahía todavía siento el perfume de su magia. Y sé que ella, pequeña madrecita, que nos tira de las orejas ante nuestras ocurrencias de niños, ella tampoco duerme. Y es que ¿qué se puede hacer con estas almas de arlequines que nos poseen a los tres? ¿Cómo sería posible dormir con una romería incesante debajo de la almohada?
No es posible, así que me levanto acariciandome la oreja con la mano, Daerwyn me observa sin preguntarme nada, él conoce muy bien las quejas de mis pies intranquilos y de mi memoria nublada. Él árbol más cercano brilla y espera que vaya a sentarme a su lado. Pero yo me he quedado sin historia que contarle. Manos blancas que me sacan del río, un puñal que intenta caer sobre mi pecho de niña, piecitos descalzos volando sobre el suelo de un bosque acompañando su danza de fuga con un reír de pandereta. Son los únicos condimentos que puedo darle a tu noche, árbol.



Un momento, he encontrado algo más en la caja. Una nana de césped que nos acuna. Recuerdo la voz de mi madre mientras me arrullaba, ¿ o sería mi abuela? ¿ o mi tía?, maldito espectro que no apareces y vienes en la noche a bailar con mi voz, cantando una nana que empieza así: "soltar todo y largarse, qué maravilla..."

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Mientras todos duermen - Bahía

Todos escondemos en el sueño algún secreto. Puedo escucharlo susurrar bajo la almohada de Terari, en las cuerdas imaginarias de Daerwyn. También a mí se me escapan remiendos de pasado cuando me descuido.
Pero qué más da, si se puede vivir con una bolsa llena de banderines de colores y un pan duro. A veces creo que soy más feliz aquí.

Si me viesen los Altos Elfos, usando la sabiduría de las edades para sacar conejos de un sombrero que ni es galera.

El orgullo nos condenará, lo sé, pero poco importa ahora. Mientras la carroza tenga ruedas y no se acabe el camino.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Durmiendo en la hierba - Daerwyn


Perdona, luna amiga, que esta noche me encuentres tan ojos de vino y tan parné en este pastizal, pero ya me conoces el talle cuando ando por soleares y sin saber a dónde quieren llevarme estas botas hambrientas de tierra.

Mi hermana duerme como un sauce –siendo aserrado- y mis dedos pican por florear entre cuerdas doradas. Pero maldita burla de un sátiro, tuve que arrojarle mi bandurria a un jabalí de malos humores, o bien diría mumakil maquillado, que por poco nos alcanza y riega el bosque con nuestros huesos. Dónde habrás estado, luna amiga.

Pero no te preocupes, no pasa más que silencio. Cuando no tengo el trino de mis cuerdas, recuerdo. Entonces miro a Terari y nos descubro ya expulsados de la cobija del mundo y nos siento payos a donde sea que vamos. Tú nos viste aquella noche en que la sangre cubrió las cortinas de la carpa familiar en esa tormenta de navajas, cuando estos primos repentinamente se supieron hermanos. Aunque tengo que admitir que siempre que acercaba mis ojos a los de ella era como ensimismarme a la orilla de las lagunas. Quién lo diría, huérfanos y solitos desde churumbeles, y mellizos al cruzar el umbral de los años mozos. Qué más podíamos hacer esa madrugada, si ya no quedaba nadie vivo que nos protegiera y ambos clanes empuñaban las blancas para quitarnos las orejas y los misterios que hay en ellas.

Tuvimos que seguirte, luna amiga, para que algún día nos cuentes qué viste antes de nuestro nacimiento y en esos años que escapan de nuestra memoria.

Bahía es una bendición de encuentro, de a poco el camino nos fue volviendo primos y cuando se le da por contar sus cantos élficos me siento vestido de otra piel que, aunque es algo incómoda al principio, de a poco comienza a ajustarse a mi silueta.

Hace bien hablarte, estoy más tranquilo. Mantente alta y viajera, luna amiga, al aire la vela, porque si mis manos alguna vez te alcanzan harían de tu corazón un fado para chavorrillos y mil anillos blancos.

Es tiempo de dormir. Mañana tendré mis cuerdas y tu noche se poblará de peces.